La cartera “jubileta”

Cuando hablamos de inversión y de la construcción de nuestra propia cartera estamos habituados a escuchar que cuanto antes empecemos mejor, y así es. Evidentemente, cuanto más jóvenes seamos en el momento de implementar dicha cartera y gracias a la “magia” del interés compuesto mayor será el patrimonio acumulado en el momento que lleguemos a la jubilación.

Para la construcción de dicha cartera tendremos en cuenta la sistematización del ahorro, nuestro perfil de riesgo o la implementación de un sistema sólido, todos ellos aspectos que estudiamos en nuestro Programa F.I/R.Ede finanzas personales y que son vitales para la creación de la cartera que mejor se ajuste a nuestra situación, no necesariamente la más rentable.

Sin embargo, no todas las personas se interesan por las finanzas personales cuando son relativamente jóvenes, por un tema cultural, por considerar que no disponen de suficientes ahorros o por cualquier otro motivo. De hecho, muchas personas lo hacen cuando su jubilación, a los 65 años o incluso antes, está cercana o ya ha llegado. Es cuando disponen de tiempo y reflexionan sobre cómo gestionar los ahorros acumulados durante su etapa profesional. Y es en ese momento cuando se plantean cómo organizarse financieramente y si existen alternativas a los productos que les proponen desde su banco de toda la vida. Y la gran pregunta:

¿Puedo construir una cartera de inversión una vez que ya estoy jubilado?

Por supuesto. Cada vez vivimos más, es un hecho. Debemos considerar que, aunque una persona que tenga 65 años (o incluso menos) esté ya jubilada, la esperanza de vida aumenta progresivamente y no es descabellado asumir que vivirá hasta los 95. Por tanto, tiene por delante un tercio de su vida, la cual podríamos dividir en dos etapas, jubilación activa y jubilación pasiva, cuya diferencia vendrá marcada por el estado de salud.

Es evidente que una persona con 65 años no tiene la misma capacidad de asumir riesgo que con 35, pero no por ello su patrimonio deberá estar íntegramente en productos de ahorro. Por ese mismo motivo, el objetivo de la cartera será diferente. No buscará tanto la obtención de rentabilidad sino la conservación del patrimonio y combatir la pérdida de poder adquisitivo debido a la inflación, el llamado “impuesto silencioso”.

Por tanto, si nos encontramos en esta situación, ¿qué cartera se podría adaptar mejor a nosotros? ¿Qué clase de activos podríamos incluir en dicha cartera?

La cartera “jubileta”

Como ya hemos comentado, en este punto el riesgo que podemos asumir es bajo. A pesar de ello, podríamos incluir renta variable, para que la misma aporte rentabilidad al conjunto de la cartera (y en consecuencia también aumentará la volatilidad).

¿Y cómo hacer ese reparto entre renta variable y renta fija? Puede que la clásica regla de asignar el porcentaje de la renta fija en función de nuestra edad sea un poco arriesgada y apliquemos un corrector, pero por supuesto esta decisión es muy personal y variará en función del perfil de cada uno.

Una vez establecido el allocation de nuestra cartera el siguiente paso será la selección de los diferentes activos que la compondrán. Dentro de la renta variable, una opción interesante es la selección de fondos de renta variable que distribuyan dividendos, de manera que supongan un ingreso complementario a nuestra pensión pública, ya que los cobraremos de manera mensual, trimestral o anual.

Por otro lado, dentro de la renta fija, disponemos de diferentes productos que se ajustarían a nuestras necesidades. Tendríamos los depósitos, clásico producto de ahorro y sin riesgo, los cuales podríamos contratar a través de nuestro banco o a través de un marketplace de depósitos que nos permitiría acceder a la oferta de este producto que tengan otros bancos y/o países. Actualmente la rentabilidad de estos productos es muy baja y no nos cubren de la inflación, sin embargo tradicionalmente sí lo han hecho.

Otra opción es la contratación de fondos índice de renta fija, por ejemplo si buscamos protegernos de la mencionada inflación y la consecuente pérdida de poder adquisitivo aquellos fondos ligados a la inflación (en nuestra moneda local, en este caso el euro) son una buena elección. Otra alternativa sería la contratación de fondos de renta fija emitida por aquellos países con la máxima calidad crediticia (AAA y AA), como es el caso de Alemania, Holanda o Francia.

Estos son sólo algunos de los ejemplos de productos que podríamos utilizar, pero evidentemente existen más, todo dependerá del perfil del inversor. Como ves, el hecho de estar jubilado no es un impedimento para la construcción de una cartera de inversión. ¡Nunca es tarde para empezar!

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