El (posible) riesgo de exclusión bancaria

En los últimos años los avances tecnológicos están impactando fuertemente en la industria financiera, lo que ha permitido la aparición de nuevos actores que están sacudiendo al sector (Fintech y Bigtech) y sobretodo ha cambiado la manera en la que nos relacionamos con nuestro banco.

Ya no acudimos a nuestra sucursal bancaria más cercana para ordenar una transferencia, pagar recibidos o contratar un fondo de inversión, eso ya es historia, sólo tienes que pararte a pensar cuando fue la última vez que fuiste a la sucursal, puede que ni te acuerdes…Afortunadamente podemos realizar todas esas gestiones a través de internet. En poco tiempo la banca online y móvil dejará de llamarse así para ser simplemente banca.

Por otro lado, esta tecnología también ha impactado en las transacciones, poco a poco los pagos con tarjeta o móvil van cogiendo más peso en nuestro país y vamos desterrando el pago en efectivo, a pesar de que estemos muy lejos de las tasas de pago con tarjeta de países como Suecia, donde se han propuesto eliminar el efectivo para 2030.

Y es que nos estamos acostumbrando a pagar el café o el pan con tarjeta (allí donde nos lo permiten, claro) y abandonamos el efectivo. Para qué vamos a ir con billetes en la cartera, con el engorro que supone tener que ir al cajero a retirarlos, además del riesgo de perder el dinero, si podemos tirar de tarjeta. Es mucho más cómodo.

El impacto de la tecnología, junto al cambio de tendencias y el proceso de concentración bancaria que se ha producido (y continúa) en España con la conversión y fusión de cajas, han conllevado irremediablemente una desaparición de sucursales. Parece lógico que si en un mismo barrio existían dos sucursales de dos bancos que se han fusionado, tarde o temprano una de ellas desparezca. Al igual que digo barrios puedo decir pueblos.

La desaparición de estas sucursales nos lleva a la siguiente pregunta:

¿Qué pasa con aquellas personas que no usen la banca online o vivan en poblaciones donde ya no hay sucursal?

Me refiero específicamente a esas personas mayores que no se manejan con internet, porque les cuesta o lo ven muy complicado, y necesitan seguir yendo a su sucursal “de toda la vida” para pagar una factura o retirar la pensión. Pues el problema es que esa sucursal ya no existe.

¿Y aquellas personas que vivan en zonas rurales? Allí dónde ha cerrado hasta la sucursal de su antigua caja porque ya no es rentable y no tienen un cajero automático en el que retirar el dinero para su día a día.

Si nos remitimos a los datos oficiales, según estudios del Banco de España, entre 2008 y 2017 el número de oficinas bancarias pasó en nuestro país de 45.662 a 27.706, una reducción cercana al 40%, en concreto en las poblaciones entre 500 y 1.000 habitantes la disminución fue del 29,7% y en las poblaciones de 1.000 a 5.000 habitantes del 26,7%. En algunos pueblos esto supone que hay clientes que ya no disponen de una oficina de su banco, por lo que o bien optan por la banca online o se ven obligados a cambiar de entidad.

Afortunadamente, van surgiendo propuestas para paliar este problema, como es el caso de la sucursal ambulante de Bankia, que va recorriendo esta España rural que se ha quedado huérfana de oficinas. Una vez a la semana los clientes reciben la visita del banco (una furgoneta acondicionada), lo que les permite realizar sus gestiones y retirar el efectivo necesario para sus pagos.

Existe una parte de la población que se encuentra en riesgo de exclusión bancaria y no podemos dejar a estas personas atrás. Debemos avanzar hacia un nuevo modelo bancario, pero siempre buscando un equilibrio entre el mundo analógico y el mundo digital.

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